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La cuestión del origen del pasodoble no es pacífica. Circulan varias posiciones teóricas que, avaladas por la investigación de ilustres musicólogos e historiadores, arrojan un poco de luz sobre el asunto, pero no hay visos de que se pueda vislumbrar a ciencia cierta la verdad del tema. Veamos algunas hipótesis que se han propuesto.
El eminente musicólogo José Subirá (1882-1980) consideraba que el pasodoble procedía directamente de la tonadilla escénica. Era ésta una pieza musical que se interpretaba como colofón de entremeses y bailes escénicos durante la primera mitad del siglo XVIII, para pasar, en la segunda mitad del siglo, a utilizarse como intermedio o interludio musical entre los distintos actos de las comedias. La tonadilla entraría en decadencia tras la Guerra de la Independencia, siendo ocupado su lugar, según esta tesis, por el pasodoble.
Otros autores hablan de la posible herencia dejada por alguna danza, como el pasacalle, introducido en España en el siglo XVI, o el pas-redouble, traído de Francia a finales del siglo XVIII. Incluso se llega a hablar del garrotín, baile gitano muy vivo y electrizante. Sin olvidar, claro, la raíz marcial de la música, que lo acerca claramente a las marchas militares.
Es evidente que, por ser el pasodoble un fenómeno cultural de amplio espectro (incluiría letra, música y baile; es interpretado en salas de conciertos, templetes y plazas de toros, etc., etc.), intentar dar una explicación de su origen es harto complicado. Sin embargo, no sería descabellado unificar todas las teorías, porque, al fin y al cabo, todas ellas acaban convergiendo. Por ello, podríamos aceptar la tesis de que el pasodoble procede de la tonadilla escénica y de danzas de los siglos XVI, XVII y XVIII, para, posteriormente, recibir la influencia de las marchas militares.
Hay autores de tonadillas que pueden considerarse precursores del pasodoble, como Pablo Esteve, sobre todo en lo que se refiere a obras de tema taurino. A lo largo del siglo XIX, el pasodoble va incorporando elementos de la cultura musical española de carácter popular, como jotas, seguidillas, etc., a la vez que el tono andaluz lo va impregnando densamente, como de hecho llegó a impregnar casi toda la vida nacional: es el triunfo del andalucismo.
En este siglo, hay que consignar dos hechos relacionados con el pasodoble: el apogeo de la zarzuela y el esplendor del arte de Cúchares, o sea, del toreo. Es rara la zarzuela que no incluya ya desde este momento algún pasodoble. Y de la relación de este último con los Toros, poco hay que decir: son dos caras de una misma moneda.
Por lo que se refiere a la zarzuela, es el período del clasicismo, donde dominan autores como Barbieri (Pan y toros, El barberillo de Lavapiés) o Chapí (El tambor de granaderos). El arte taurino se enriquece con Frascuelo, Guerrita, Lagartijo y Machaquito.
Y así entramos en el siglo XX, donde triunfará el pasodoble como baile y donde los cantantes más garbosos nos deleitarán con sus voces: Raquel Meller, Concha Piquer, Estrellita Castro...
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